El entorno de la Puerta de Valencia, escaleras de Tiradores, Casa de las Rejas, Calle de las Torres, Calle de los Tintes, los Carpinteros o el mismo Cristo del Amparo, dan vida a uno de los rincones más históricos y tradicionales de nuestra ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Y lo es, por naturaleza propia, porque allí residen gentes de siempre, conquenses de pro, generosos y hospitalarios, costumbristas en su pasión, excelentes panaderos, peluqueros de postín, carniceros de antaño, vecinos de los que viven la Cuenca tradicional en su pleno sentido, donde ahora, tascas y restaurantes nuevos han ampliado en espacio gastronómico con alto nivel en cocina y en cultura. Hay Cinco Sentidos, ese Darling de postín, un Palacio que te abre puertas, una Taska Nazarena, el Bicio o el bar de Tony y una Posada de San Julián, tradicional y viva. Mucho en poco espacio.
Y es que aquí también está esa Sala Cultural de La Carbonería, la que ha vuelto a recibir a su presidente y fundador Jesús Patiño Martínez, después de una delicada etapa de salud, recuperando su espíritu de Turba, la que se recrea en su interior para apoyar al Turbo de Honor de este año 2022, Fochi para los amigos, porque se lo merece y porque todos los que allí se reúnen: Jesús el enfermero, los Carlos cuando se juntan, Fochi y Antonio, don Francisco Bermejo el cura, Jesús el de Infantas, José Luis Martínez al que le dicen Herrero de San Antón y yo creo que es, escultor de imaginería y solera, sin olvidar que un servidor, de vez en cuando, me recreo con estas gentes en su experiencia, su buen trato y su conversación tan enriquecedora.
Y es que esta calle tiene mucha historia entre sus paredes. La Carbonería encierra leyendas, al igual que esa Casa de las Rejas, la misma que guarda la esencia de un crimen pasional mientras su blasón nobiliario le aclama como Casona palaciega del siglo XVI.
La Puerta de Valencia, a ras entre la corriente del río Huécar, la que mantuvo la estampa fortificada en tiempos de Carlistada o mientras la madres Bernardas entonaban sus cánticos desde sus ventanas para infundir rivalidad con las Concepcionistas de la parte de abajo. Mucha historia encierra este lugar y la hace con orgullo porque entre los tintes y sus lanas, los tiradores y sus cuelgues, las ovejas trashumantes circulaban desde el Molino de San Martín para llegar a las calles más populares, camino del Reino.
Visiten este rincón, sus entresijos, callejas y cuestas, escaleras, puentes y bares, porque en todo ello, se cuece un buen conquensismo y por eso, se recibió a Patiño con los brazos abiertos mientras Fochi hacía sonar el clarín.