El deporte conquense está de enhorabuena. El pilar maestro sobre el que se asienta el increíble proyecto del laureado equipo de balonmano de la ciudad, don Lidio Jiménez, ha renovado por tres temporadas. Él es la clave de bóveda de todo lo bueno que le está ocurriendo al club –además de quien lo dirige, claro está– y de las alegrías que transmite a una ciudad ávida de éxitos deportivos. Todavía con la tinta de la rúbrica contractual fresca, el gran Lidio comentaba a La Tribuna que es el momento de dar «un paso al frente» porque el club «tiene capacidad para crecer», y que para hacer frente a la exigente campaña que asoma a la vuelta de la esquina, con billete para Europa, se precisan más fondos, vía patrocionios o subvenciones. Solo así se podrá reforzar una plantilla a la que la marcha de su mejor jugador la temporada pasada, Joaquim Nazaré, le ha trastocado algo los planes. Y es que esa es otra... Además de combatir con gigantes del balonmano español con mucho más 'colchón', Lidio se ha visto en la obligación, curso tras curso, de rehacer el equipo cada verano, y es que los grandes u otras ligas más potentes, siempre 'pescan' a las orillas del Júcar.
Entre las peticiones del gran Lidio hay una que repercute directamente en las administraciones y que lanza con toda la razón del mundo. El crecimiento del club no se supedita únicamente a la parcela deportiva, hay otra de capital importancia: las infraestructuras. El Balonmano Cuenca se las ve y se las desea para poder jugar en Europa en las instalaciones en las que lo hace. El Sargal, que se cae a cachos, básicamente, no puede seguir albergando los partidos de un equipo puntero a nivel nacional y que, para más inri, suele jugar competición continental en los últimos años. Para que este pabellón –más propio de la remota Europa del este a principios de los noventa que de la Cuenca del siglo XXI–, pueda obtener el visto bueno de los inspectores de la competición, ha habido que hacer auténticos malabares. Un milagro difícil de sostener en el tiempo.
Por eso, uno se pregunta en qué punto está la saludablemente ambiciosa ciudad deportiva que un grupo privado contemplaba en El Terminillo y cuyo pabellón estaba destinado a ser la 'casa' del Balonmano Cuenca. Éste es uno de esos proyectos clave para transformar la ciudad, que se presentó en su momento como algo ilusionante y que parece dormir el sueño de los justos. ¡Despertemos! No del sueño que nos está haciendo vivir el señor Jiménez, sino del otro. Manos a la obra. Ya.