Leo Cortijo

Leo Cortijo


Espigados gigantes con aspas

21/10/2024

Verlos desde su base, impresiona. Mirar al cielo y ver cómo se elevan esos 120 metros de hormigón, cuando estás ahí abajo, llama mucho la atención. Al menos, la primera vez. Eso me cuentan aquellos que ya han interiorizado los molinos eléctricos como parte del paisaje que les rodea. El sonido cada vez que una de su tres aspas de 40 metros llega abajo, también sobrecoge. La experiencia en nada tiene ver cuando se contemplan desde la lejanía, en el horizonte. Por diferentes avatares de la vida, el destino ha querido que conozca más en profundidad Tébar, un bonito municipio de la Manchuela conquense, que igual le suena por cómo celebran la romería de Santa Quiteria o las fiestas en honor a San Roque, por ejemplo. Además, como no hay fiesta sin algo que llevarse a la boca, los teberos son expertos en producir un queso extraordinario. Éste, como algún que otro pueblo de la zona –Sisante, Minglanilla, Graja de Iniesta o Campillo de Altobuey, sin más lejos–, salpica su territorio con estos aerogeneradores y transforma no solo su skyline, sino también cómo concebir el futuro para el municipio, tiñiéndose de un verde esperanza. Nunca mejor dicho.

La región en general y Cuenca en particular se posicionan como puntales de una estrategia clara y decidida por parte de la Administración de cara a un futuro energético sostenible. Las energías renovables pasan por ser una pieza esencial en el desarrollo de los territorios a través del empleo y la economía, especialmente aquellos más golpeados por la amenaza de la despoblación. En este sentido, la provincia conquense tiene mucho que decir y, todavía, un largo camino que recorrer. Además de por otro tipo de instalaciones, como las fotovoltaicas, las hidroeléctricas o las de aprovechamiento de la biomasa, gran parte del paisaje agreste y montaraz de nuestra particular piel de toro se ha poblado de aerogeneradores de un tiempo a esta parte. A lo largo y ancho de los 17.000 kilómetros cuadrados que conforman la orografía conquense, cada vez es más habitual encontrarse con algunos de estos espigados gigantes con aspas.

La clave está en saber aprovechar esas circunstancias para que reviertan, única y exclusivamente, para el bien del pueblo y de sus vecinos. Que ese viento que sopla o ese sol que brilla, y que en ambos casos genera energía, también genere riqueza. Que la transformación del paisaje, que puede no ser del gusto de todos, dé sus frutos, que no salga gratis. Y así la justificación será lógica. Es lo que hay y hay que aprovecharlo. Pero aprovecharlo bien.