El otro día me tomaba un café con un muy buen amigo. Hablo muy a menudo con él y siempre que compartimos un rato suele dejar muy clara su forma de pensar. En casi todo –por no decir en todo– estoy de acuerdo con él. No es un amigo cualquiera, ocupa un puesto muy relevante en el día a día de la política conquense (dejémoslo ahí) y tiene una idea muy meridiana de qué le sucede a esta ciudad y por dónde puede pasar la solución al estancamiento que desde hace años vive. A su juicio –y creo que con mucho acierto–, Cuenca está cultivando unos mimbres de un tiempo a esta parte desconocidos desde hace varios años. La frase que utilizó –literal– es que «se van a hacer más cosas que nunca en poco tiempo». Y para ejemplificarlo, puso sobre la mesa el nuevo hospital, los remontes al Casco Antiguo, el arreglo de la zona centro («que ya te digo yo que viene», dijo) o la llegada de empresas como Sumitomo y ToroVerde.
Ahora bien, a mitad del café con leche que nos estábamos tomando, la conversación entró en un nuevo estadio. Entonces, mi compañero de tertulia cafetera, más allá de señalar lo que otros van a traer o dejar de traer a la ciudad, lanzó un misil a la línea de flotación de los conquenses. A su idiosincrasia y a su naturaleza, cuestionando –con todo el tino del mundo, otra vez– cómo somos y cómo esa forma de ser tiene su influencia directa en lo que queremos ser. Suena a trabalenguas, lo sé, pero tiene todo el sentido del mundo. Lea de nuevo la frase y compruébelo usted mismo.
Mientras daba sus últimos sorbos al café, vino a decirme que de nada sirve que se arregle Carretería, el edificio del Mercado y la zona centro, dejando todo el entorno impoluto y atractivo, si no hay, primero, un conquense valiente que apueste montando un negocio. Y segundo, otro conquense concienciado con el desarrollo de la ciudad, dispuesto a dejar su dinero aquí no yéndose a comprar ese producto fuera de nuestras fronteras. Y si de paso surge un tercer conquense que no abuse en el cobro del alquiler de ese negocio, miel sobre hojuelas. Mi amigo, por tanto, concluía que de nada sirve que a los conquenses nos pongan en bandeja de plata las herramientas si luego no queremos hacer uso de ellas. En su opinión –que también es la mía– la proactividad, el emprendimiento o la determinación son valores clave para pensar en cualquier opción viable de futuro. Cualquier cambio empieza por uno mismo. E, individuo a individuo, también el del conjunto. Hasta otro café, amigo.