Llegamos a la última columna del año. Haremos un breve paréntesis para celebrar como se merece el nacimiento del Niño Dios, su Epifanía y la llegada del año nuevo. Son fechas señaladas para hacer balance de lo ocurrido en este año que concluye y depositar nuestras esperanzas en lo que va a venir a partir de la única mañana con banda sonora propia en forma de valses vieneses. Hoy es un día con un carácter marcadamente real. Aprovechando que nuestros Reyes llegan para inaugurar el flamante hospital universitario y que estos días son propicios para cumplir con el rito de enviar a los Reyes de Oriente nuestra lista de deseos para el año venidero, es un buen momento para pedir aquello que, humildemente, me gustaría que la ciudad recibiese a lo largo del próximo 2025.
Desearía no tener que volver a escribir nunca más de la valla de la calle Ramiro de Maeztu. Parece que entre unos y otros tenemos la casa sin barrer. Sea responsabilidad de quien sea, la verdad es que sigue sin resolverse un problema que lleva enquistado desde hace años afectando a la seguridad de los vecinos. Ya sabemos que las cosas en Cuenca suelen ir despacio. No sé los años que ha estado puesto el andamio entre Carretería y Fray Luis de León, frente al Monumento al Nazareno. Esta semana hemos visto cómo ha sido desmontado. Ojalá el nuevo año nos traiga la retirada de todos aquellos elementos que se han incorporado al paisaje urbano de una manera provisionalmente definitiva. Les pediría a Melchor, Gaspar y Baltasar (viajeros ellos) una solución a la conexión entre la estación del AVE y la ciudad sea de la forma que sea. Ver cómo llega un tren lleno de viajeros que tienen que esperar una minutada para coger el siguiente autobús en una estación que no tiene ni tan siquiera una cafetería al uso, no es propio de un país europeo occidental.
Como tampoco lo es la situación de los antiguos terrenos de la estación del tren. Se derrumbó el mural de las banderas, se sustituyó por una valla (que pasa más tiempo en el suelo que de pie) de una forma provisional…mente definitiva, claro. Hay un dicho que dice que para que algo esté bien antes tiene que estar mal. Según esto el año próximo será magnífico. Veremos cerradas las costuras de calor que necesariamente están abiertas en el centro de la ciudad, se arreglará Hurtado de Mendoza y, por fin, habrá otro lugar para los conciertos de la feria y fiestas de la ciudad. Dispondremos de un hospital nuevo (espero que la conexión fallida con la estación del AVE sirva de ejemplo de lo que no hay que hacer en este caso). Comenzarán las obras del parque de ToroVerde, Carretería será lo que todos nosotros queremos que sea y no lloverá en Semana Santa. No es mucho pedir, ¿no? Ojalá pueda brindar con ustedes dentro de un año con una carta con deseos diferentes. ¡Feliz Navidad a todos!