En una de mis últimas caminatas por el barrio, me he dado cuenta de que las banderas de España han vuelto a aparecer. No muchas, pero sí más de las habituales, que son una o ninguna. Como los hongos en otoño o en la multiplicación de los panes y los peces, las insignias rojigualdas cuelgan de ventanas y balcones. No hace falta ir a Salamanca a estudiar dos carreras para comprender que este particular florecer patrio tiene una razón de ser, y es que juega la Selección de Fútbol. Los Morata, Nico, Lamine, Rodri, Nacho y compañía disputan en este momento la Eurocopa, la que ya ganamos en blanco y negro y volvimos a repetir en un pestañeo en 2008 y 2012, como paréntesis de la joya de la corona y aquel eterno ¡Iniesta de mi vida! Desde entonces si cabe con mayor intensidad, las banderas nacionales salen a pasear cuando el combinado balompédico afronta la fase final de un gran torneo.
Es como si hubiera bula: cuando juegue la selección española y mientras dure el torneo en cuestión, está permitido colgar tu bandera en el balcón o la ventana; una vez terminada la cita deportiva, otra vez a recoger. Suena raro, pero es tal cual. Veremos a ver cuántas de las banderas que ahora hay colgadas lo siguen estando dentro de un mes. Y es que mientras dure la bula, aquel que se 'atreva' a colgar la bandera no será acusado de facha o similar. Qué connotación se le habrá dado históricamente a la bandera –la que nos representa absolutamente a todos–, para que el mero hecho de colgarla en la fachada de tu casa sirva como pretexto para conocer tu manera de pensar en política. En eso mucho tiene que ver que durante décadas, unos se la apropiaron y otros la repudiaron... y de aquellos polvos, estos lodos.
Las nuevas generaciones tienen que vencer todos esos fantasmas ya pretéritos. Ninguna ideología ni ningún partido puede hacer suya la bandera. Y de la misma forma, ninguna ideología ni ningún partido debe rechazarla, injuriarla o menospreciarla. La bandera, como el himno, son dos de los símbolos más importantes que puede tener un país. Y representan, no solo la unión indivisible de un pueblo, sino también ser una de las democracias más consolidadas del planeta o una Sanidad y una Educación públicas envidiadas por medio mundo, por ejemplo. También se presume de esto cuando se utiliza la bandera... No hace falta que juegue la Selección para presumir del gran país que tenemos. La bandera no tiene dueños. La bandera es de todo aquel que ame lo que hemos sido capaces de crear y que no debemos permitir que nadie destruya.