Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Mochuelos

15/07/2024

Han pasado varios días y sigo dándole vueltas al asunto. Cierto es que mi margen de maniobra era, en aquel momento, mínimo. Me empujó a no actuar que mi acción habría demandado la intervención de otra persona, concretamente de una chica de unos 20 años, a la que posiblemente habría metido en líos, siendo eso lo último que yo deseaba.

Casi todos los domingos voy al cine. Las salas a las que suelo ir llevan experimentando, desde hace tiempo, un progresivo recorte de plantilla. Cada vez acude menos gente al cine y eso redunda en el personal, muy joven habitualmente, que en él trabaja. Antes había personas en taquillas, bar, quiosco o control de entradas. Ahora, entre 2 o 3 se reparten todo yendo de un sitio a otro como gacelas. Ese día estaba en la cola para comprar mi entrada y hacer el inexorable acopio de palomitas y refresco. Había una fila de cierta consideración, con lo cual me dispuse a practicar algo que desde siempre me ha permitido aprender, aunque cada vez me genera más pesadumbre: observar. De pronto vi a un chico de unos 13 o 14 años con pinta de mochuelo –siempre he aludido así a las personas aparentemente despistadas, agilipolladas, pero seguro que ahora es delito incluso pensarlo–, intentando abrir la nevera de los refrescos envasados. El quiosco estaba en ese momento sin dependiente, habiendo salido este corriendo hacia otro sitio. El mochuelo era incapaz de conseguir su objetivo; su padre miraba desde un par de metros. El ancestro, despejando inicialmente toda duda relativa a si de raza le venía al galgo, se acercó, abrió la rebelde puerta, y se alejó nuevamente. A continuación, el chaval, acreditando muchas más luces que las brillantes tan solo 15 segundos antes, sacó 4 botellas de Coca-Cola y las metió, en décimas de segundo, en una bolsa negra que llevaba colgada. Instantes después, se incorporó con el macho alfa a la oportuna cola de entrada a la sala, ocultando los productos robados a la jovencita que supervisaba las entradas.

Al margen de comprobar una vez más el estilo educativo que algunos –¡no pocos!– padres dan hoy en día a sus hijos, pensé en que la empleada podría ser mi hija y, para no ponerla en aprietos que le produjeran un encontronazo con un ser mezquino, opté por quedarme quieto lamentando el tipo de formación, a mi juicio no precisamente anecdótica, que una parte de la sociedad actual da a sus jóvenes. ¡¿El futuro es nuestro?! ¡Sin duda!

ARCHIVADO EN: Cine, Municipio de Coca