Parece que el ser humano se empeña en dedicar cada día del calendario a una actividad o singularidad. Los hay de todo tipo. Los tenemos dedicados al chocolate, a los zurdos e incluso a Star Wars (por aquello de May the fourth be with you). El caso es que hoy, 26 de septiembre, celebramos el día europeo de las lenguas. No puedo estar más de acuerdo con este recordatorio porque no hay deseo más español que aprender idiomas. Al menos dos veces al año nos hacemos el firme propósito (esta vez sí que es la buena) de paliar ese déficit lingüístico que nos obliga a proclamar a los cuatro vientos, en Año Nuevo y en septiembre, nuestra voluntad de manejarnos, en un nivel intermedio al menos, en cualquiera de los idiomas europeos. Pasados los meses quizá el resultado sea diferente al esperado probablemente porque el deseo no coincide con el esfuerzo necesario mínimo para poder mejorar (o improve que dirían los ingleses) nuestro acento y vocabulario.
En Cuenca, desde hace casi cuatro décadas, disponemos de un centro público que es punta de lanza en la enseñanza de inglés, francés, italiano, alemán y español para extranjeros. Casi 25.000 alumnos han pasado por sus aulas desde la creación de la escuela oficial de idiomas. A mí me parece un magnífico registro, sobre todo para un centro que nunca ha dispuesto de un edificio propio. Hoy, que estamos de festejo lingüístico, quizá sea el día más apropiado para reclamarlo, de una vez por todas, permitiendo que la escuela crezca. Dicen que no hay nada más definitivo que lo provisional. Quizá sea esta la razón, pero transcurrido el primer cuarto del siglo XXI, no parece muy lógico que una escuela por la que anualmente pasan casi mil alumnos no disponga de unas instalaciones propias adecuadas a su labor. Y no, no me digan que no hay espacios porque los ahí.
Hoy la enseñanza de los idiomas es muy diferente a la de aquellos primeros años. El profesorado, amén de la exigencia necesaria y requerida para toda titulación oficial, diseña y ofrece a los alumnos una amplia batería de diversas actividades que complementan la enseñanza tradicional. Desde karaokes a la celebración de la Candelaria francesa, desde un concurso de fotografía para descubrir un pedacito de Italia en Cuenca a ver películas originales en cualquiera de las salas de cine, conformando una oferta altamente atractiva que culmina en jornadas como la de hoy. Ojalá que las políticas educativas permitan que nuestra escuela llegue a celebrar su cincuenta aniversario. Por cierto, no debió ser baladí elegir el nombre de Sebastián de Covarrubias, canónigo conquense que escribió el conocidísimo Tesoro de la Lengua Castellana. Para Cuenca, la Escuela Oficial de Idiomas sigue siendo uno de los tesoros culturales de la ciudad, quizá demasiado escondido, pero enriquecedor para quienes entran en contacto con ella. Por cierto, no lo duden, si por su cabeza ronda la idea de aprender idiomas, la matrícula sigue abierta. Thanks. Merci, Grazie, Danke.Gracias.