No sé si han tenido tiempo de ver esta serie. Cuenta en clave de humor los avatares de un grupo de vampiros en este siglo XXI quienes, lógicamente, viven de noche y duermen de día por lo que pasan desapercibidos para una buena parte de la sociedad neoyorquina. A pesar de vivir en las sombras, todo lo que hacen suele tener repercusión tanto para quienes le rodean como para el vecindario en general.
Hoy, jueves previo a la Semana, me gustaría hacer un discreto homenaje a todos aquellos que en el mundo nazareno viven y hacen en las sombras. Disfrutamos del esplendor de nuestros desfiles procesionales, incluso sentimos esas mariposas en el estómago cuando Mangana fija la hora de salida de algunos de nuestros cortejos procesionales y nosotros aún no estamos en lo que denominamos el recorrido. Veremos andas y palios, cirios y cetros, largas filas de rumorosas túnicas armonizadas con el seco choque del viejo rosario familiar. Reiremos y lloraremos. Compartiremos bocadillos, vigilia y resoli. Recordaremos al que viste la eterna túnica conquense y velaremos por el recién llegado.
Y, casi sin darnos cuenta, no se habrá opacado definitivamente el sordo golpeo de la aldaba sanandresiana cuando el corazón se nos encogerá al oír el chirrido agudo de las puertas convirtiéndose en el Omega anual nazareno. Recogeremos de nuevo túnicas, capas, bonetes y capuces…y con la sonrisa del que es feliz volveremos a lidiar de nuevo con las rutinas, las alegrías y las miseras. Será entonces cuando bucearemos en nuestro corazón que se abre a una nueva primavera para darnos cuenta de que todo esto es posible gracias a mucha gente. Los hay necesarios y los hay imprescindibles. Hemos encontrado a los primeros en conciertos, exposiciones, presentaciones…Nos han contado qué se ha hecho, pero no nos dijeron quién lo había hecho posible. La Semana Santa conquense es lo que es gracias a los imprescindibles. Y esos son los que huyendo del foco permiten que los demás disfrutemos coleccionando recuerdos. Se les ve estos días ajetreados de un lado a otro. Lo mismo andan recogiendo una capa que entregando un cetro; revisando la tornillería de las andas o comprobando que el ajuar mariano esté perfecto; cargan los sacos de cera con esmero mientras que guardan costureros y cajas de herramientas; llaman una y otra vez al suministrador de bocadillos y, en definitiva, se dedican en cuerpo y alma a hacer que su paso por la hermandad sea ejemplo de servicio silente.
Hoy, cuando está todo preparado, cuando vivimos con un ojo mirando al cielo y otro a la Aemet, cuando los comedores domésticos se convierten en una pinacoteca nazarena de lienzos con forma de túnica y capuz, quiero dedicar un sonoro GRACIAS a todas esas personas que engrandecen nuestra Semana Santa con una multitud de pequeños actos, unas veces desagradables, otras farragosas. Su trabajo en la sombra permite que todo el engranaje nazareno, que toda la maquinaria cofrade, esté perfectamente engrasada para que usted y yo abramos con alegría la carpeta destinada a guardar los recuerdos de 2024.