Sería, más o menos, abril de 2001, y el equipo de fútbol sala que formábamos los chicos del barrio hacía magia cada fin de semana. Me sale la alineación de carrerilla. Pablo, Higueras, Luis Daniel, José Andrés, yo bajo palos. Santi, Chispi, Roberto... y Venancio, nuestro entrenador, dando voces desde la banda. Construcciones Conca, por cierto. De naranja butano. Lo que fue nuestro último partido tiene historia, porque quedamos eliminados en unos cuartos de final en los que nos fuimos a casa sintiendo que nos habían robado. Un error arbitral merecedor de ocho años de cárcel y dos más de libertad vigilada terminó por poner una guinda amarga a tres años de equipo. Con 4-1 arriba al descanso, se complicó la segunda parte y acabamos 4-4. Cuando la cosa iba a penaltis, la desastrosa organización nos obligó a suspender la tanda, y es que la pista estaba reservada y teníamos que dejar paso. Al día siguiente, antes que el bigote, llegó mi primera y única visita a la Federación de Fútbol de Castilla-La Mancha, con sede en nuestra ciudad. El partido había que desempatarlo y fuimos a buscar la solución, que no fue otra que reanudar el partido días después con una prórroga de cinco minutos en El Sargal. Y sucedió el desastre.
Hasta esta semana no había vuelto a tener relación con la Federación de Fútbol. Una semana en la que el todavía presidente, Pablo Burillo, no ha conseguido salir elegido como asambleísta en el proceso electoral donde aún así tiene todo de cara para revalidar su Presidencia, retorciendo el reglamento. Tras una trayectoria preelectoral de dudosa legalidad y más dudosas mañas para atornillarse en el despacho, no conseguía pasar el corte pese a contar con todo el aparato a su favor. El candidato alternativo, Teo Sobrino, apenas ha recabado apoyos pese a doblarle la mano a Burillo en su provincia y dejarle fuera de los 70 que tienen que elegir a uno de esos 70. La estrategia de desactivar la opción continuísta pareció válida a primera hora de la tarde y el exárbitro ya se vio tocando moqueta, pero los reglamentos tienen sus resquicios, y aunque Burillo no sea de esos 70, cualquiera de los afines puede ahora ponerle un antifaz, peinarle la raya al otro lado y hacerle pasar por presidenciable.
El artículo 2.3 del reglamento electoral de la Federación lo deja claro. «La persona que ocupe la Presidencia será elegida mediante sufragio libre, igual, directo y secreto, por y entre los miembros de la Asamblea General que salga elegida». Lo que está por escribir es incierto y quizá el aspirante tampoco toque moqueta, que las pataletas de cacique son peligrosas e imprevisibles. Pero acuérdense: el asunto acabará en los tribunales. Seguro que el lector no esperaba una columna sobre corrupción en la Federación que no citara a Rubiales. Vaya, al final, los dos hemos caído en la trampa.