Cada año, con motivo del Día del Libro, desplegamos una intensa actividad cultural alrededor de esos compañeros de este largo viaje que hemos dado en llamar vida. Los tenemos ahí siempre. Como si de un botiquín literario se tratara, hay un libro para cada problema, del cuerpo y del alma. Los usamos a nuestro antojo, sin que nos hagan ningún reproche cuando los sustituimos por cualquier otra forma de entretenimiento. Abrir la portada de un libro es adentrarnos en un maravilloso mundo, gracias al cual dejamos atrás los problemas cotidianos... o nos da herramientas para enfrentarnos a la rutina diaria. Durante unas cuantas páginas nos sentimos emperadores de Roma, gurús de la autoayuda, viajeros incansables o protagonistas de una dulce historia de amor.
En Cuenca, con esa forma tan nuestra de hacer las cosas, hemos dividido en dos partes tan importante celebración. Por un lado, hemos festejado el 23 de abril sacando los libros a la calle de una manera puntual. Y, por otro lado, unos días después hemos organizado la imprescindible Feria del Libro en la que, además de acercarnos a las casetas de librerías y editoriales, podremos disfrutar de conciertos, actividades infantiles, encuentros con escritores consagrados y con autores locales. Durante unos días, la Cultura (con mayúscula) tomará la calle para afianzar lazos con los lectores empedernidos y, sobre todo, convencer a los más reticentes que es cierta la letra de aquella canción que decía que todo está en los libros. Afirmación palmaria e irrefutable. Da igual el género. Es lo mismo leer novela negra, ficción, romántica, histórica... Lo importante, querido lector, es leer. Leer libros nos hace libres y esto, en un momento histórico en el que ya no podemos discernir qué es cierto y qué no, es un valor al que no podemos renunciar. Sólo la lectura continuada nos va a permitir crecer como personas, como ciudadanos en definitiva. Por eso es importante que en los centros educativos se sigan realizando actividades que fomenten el hábito lector. Ya lo decía Cervantes: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho».
Posiblemente, de esta manera, la casa de todos, es decir, nuestro Consistorio, no tendrá que desarrollar nunca más campañas como la acertadísima contra el grafiti abusivo. Está claro, como dice el lema, que las pintadas no son arte ni las paredes de Cuenca son lienzos. La invasión de estos grafitis (como se pueden imaginar no voy a entrar a valorarlos) no solamente ensucia la ciudad, sino que transmite la sensación de cierta normalidad al ver pintadas en cualquier lugar. Ojalá esta campaña sea todo un acierto, convirtiéndose en la primera y última de este tipo. Para completarla, sería conveniente aprender que no hay por qué renunciar a la creatividad, pero que esta debe también saber convivir con la realidad urbana que todos compartimos. Y, para eso, para saber qué se puede hacer y, en este caso, sobre todo dónde, querido lector, hay que leer mucho para saber mucho, como dijo Don Miguel hace más de cuatro siglos.