No voy a negarlo, me gusta el verano. Disfruto de las tardes interminables, de las horas y horas de luz, de las históricas series de calor (aunque les reconozco su incomodidad por aquello del inconformismo humano) y de los planes, propios o ajenos. Seguramente, cuando estén leyendo estas líneas, tengan en su cabeza infinidad de proyectos para los próximos dos meses, unos cristalizarán, otros no. Se animarán con la reforma pendiente de esa habitación que no sabemos muy bien qué uso darle, viajarán para recibir el sol mediterráneo o para conocer culturas diferentes o disfrutarán de la programación veraniega que nos llama a teñir de cultura nuestra vida durante estas semanas, como si el resto del año no debiéramos hacerlo.
Entre propuesta y propuesta surgen noticias, como de la nada, que parecen no tener importancia alguna, pasando desapercibidas entre datos de aperturas de piscinas, conciertos en espacios singulares o brindis a la puesta del sol.
Hace unas semanas nos alegrábamos porque el proyecto Luz Cuenca instalado en la antigua iglesia de San Miguel era reconocido internacionalmente. Sin embargo, hace pocos días se comunicaba el cierre de este recurso turístico durante los meses de julio y agosto, mientras que se trabaja en la próxima temporada y en la ampliación del espectáculo. ¿No parece un pelín inoportuno cerrar un recurso turístico en los meses que, supuestamente, más afluencia de visitantes podemos tener? Si agosto ha sido el mes en el que los conquenses de la diáspora regresan a la tierra que los vio nacer, ¿no es llamativo que no puedan disfrutar de esta magnífica instalación? No parece muy sensato unir en la misma frase agosto, cerrar y turismo.
Claro que en eso de infrautilizar los recursos propios parece que los conquenses somos expertos. También hace unos días la Real Academia Conquense de Artes y Letras compartía con todos un comunicado en el que se hacían eco de la deplorable situación que soporta desde hace años el archivo municipal. Creo que la noticia tiene muchísimo más calado del que parece. Con el tradicional juego de prestidigitación al que la administración tiene acostumbrado al ciudadano, olvidando que está al servicio del mismo, las condiciones de acceso al archivo desde hace un puñado importante de años no han sido las mejores para que se pueda hacer un uso correcto del material que se atesora en las dependencias del archivo. ¿He escrito dependencias? Sí, he escrito dependencias porque los fondos se encuentran diseminados por diversos espacios. Así que haciendo un breve repaso nos encontramos sin archivero municipal y sin un archivo unificado en un mismo lugar que haga más sencillo el acceso a la información. ¿Cuántos estudios, trabajos de investigación, trabajos de fin de máster, doctorados…han tenido que reconducirse por no poder trabajar en este archivo? Quizá más de los que parece ¿Cuesta tanto sentar, de una vez por todas, las bases para que en un horizonte muy, muy próximo la información sobre la historia de la ciudad esté disponible para estudiantes e investigadores incluso como reclamo turístico en sí mismo?