Seguro que recuerdan aquellas largas clases de filosofía que jalonaban nuestro horario de aquellos extintos cursos de orientación universitaria (el recordado C.O.U.) y bachillerato unificado polivalente. Amén de la necesaria historia de la filosofía, nuestros profesores nos obligaban a reflexionar, nos hacían pensar sobre el propio objeto de pensamiento con la esperanza de que por nuestra cabeza dejará de transitar la permanente idea de ir al Carrero (sí, los boomers aún lo nombramos así) para sustituirla por un ramillete de conceptos que quedaban a años luz de unos adolescentes más preocupados por visitar los billares Colón que por ahondar en el tautológico concepto de lo que es, es y es imposible que sea y no sea. Vamos, que por momentos nos parecían frases salidas de la boca de aquel Ozores que aparecía cada viernes noche por la ventana televisiva en nuestro salón.
Pero, como lo que es, es, hemos de congratularnos porque este año (si las cosas de la técnica no lo evitan) Cuenca se sumará a tiempo a esta costumbre de dar el pistoletazo a las fiestas navideñas con el habitual encendido del alumbrado ornamental, como en cualquier película del sábado tarde de Antena 3. No seré yo quien esté en contra de este festejo, más bien al contrario, pero cabe recordar que la Navidad comenzará en la tarde noche del día 24 y lo hará con luces y sin luces, con mercadillos y sin ellos.
La realidad, no obstante, es que nos hemos embarcado todos (munícipes y vecinos) en una carrera por, como decía Serrat, demostrar quién la tiene más grande. Los ayuntamientos, conocedores del pastizal que los ciudadanos movemos estos días, se afanan en crear el marco oportuno para que, en ese estado permanente de felicidad en el que nos adentramos, tengamos las excusas pertinentes, en forma de programación, para disfrutar como si no hubiera un mañana en la búsqueda de ese espíritu navideño. Además, supone entrar en la pelea por conquistar ese turismo que acostumbra a disfrutar de las tardes decembrinas consumiendo las diferentes maneras de entender estos días, importadas y propias.
El caso es que está bien que nos sumemos a esta corriente, según nuestras posibilidades. Al menos no tendremos que mirar a otras ciudades con la desazón de ver cómo pasan los días sin que Cuenca sienta ese pulso navideño. Y este año, además, pinta bien. La creación de un evento que recorra las calles conquenses para aglutinar a niños y no tan niños con el fin de disfrutar juntos del encendido de las luces navideñas es un magnífico pistoletazo de salida. Conciertos, árboles, luces, belenes, mercadillos, animación callejera, carreras, torneos, comida, bebida, encuentros con amigos y familia… formarán parte de nuestra agenda cotidiana las próximas semanas durando lo que tardemos en dar cuenta del roscón relleno de nata (innegociable esto).
Así que disfrutemos de estos días, de los días previos y de los propios sin dejar de pensar que lo que celebramos es la Navidad, con mayúscula. Lo que es, es, querido lector.