Cuando era jovencito pensaba que lo sabía todo. Cuando llegué a la madurez descubrí que no era tan listo como creía y que cada vez había más aspectos que me interesaban y de los que no tenía ni idea. Ahora, soy consciente de mi ignorancia supina constatando cada día que pasa que lo aprendido hasta este momento es una ínfima parte de lo que me queda por conocer, así como inversamente proporcional a lo que puede que viva. Así, he decidido que cuando me jubile me pondré de lleno a intentar dar respuesta a las cada vez mayores dudas que acumulo. Lo malo es que, como no descubran pronto esa pócima mágica de la que llevan hablando años, y que supuestamente nos permitirá ser casi inmortales, no sé si tendré tiempo ni tan siquiera para hacer la lista de las dudas que me asolan ahora mismo.
Por cierto, una de las incertidumbres que actualmente más me desconcierta es la relativa a qué puede llevar a los militantes de un partido político –¡¿cualquiera?!– a apoyar a quien lo capitanea, alguien que al menos aparentemente sufre trastornos de grandeza, utiliza a su antojo ideas, valores, principios –estos últimos dudo hasta de que los tenga– o estructuras con el único fin de sobrevivir él mismo, a ese sujeto que claramente da muestras de inequívocas y enfermizas patologías vinculadas a la megalomanía, el narcisismo, la psicopatía o el maquiavelismo, al tiempo que usa las palabras, la verdad –más bien la mentira–, la justicia, los bienes públicos y privados a su gusto tirando a la basura a sus más estrechos colaboradores cuando ya no los necesita, igual que todos tiramos el papel higiénico tras usarlo. ¿No son conscientes sus fieles de que ellos mismos pueden un día ser también defenestrados por ese califa de igual manera a como ya lo ha hecho con multitud de personas? ¿Tan ciegos están como para no percatarse de que entre ellos mismos hay multitud de personas mucho más valiosas que él y que además pueden incluso ser ¡buenas personas!? J**, paro que si sigo me salen 200 dudas más sobre el asuntito.
Ahora que lo pienso, tengo algunos dilemas más, infinitamente más trascendentales que los anteriores, a los que tampoco sé dar solución. ¿De verdad que me apetecerá jubilarme alguna vez? ¿Compensaría ser inmortal? Las respuestas… ¡en el día a día!