Como cada domingo que voy a la sierra, hoy he salido a dar un paseo por la montaña. Al margen de permitirme disfrutar de uno de los entornos más placenteros para mí, estas salidas –de niños las llamábamos marchas– me reconcilian, al menos en parte, con mi yo adolescente, aquel que pasaba días y noches sin fin a la luz de la luna, de las estrellas o junto al crepitar de un fuego que contemplaba desde mi saco de dormir.
Tras una primera parte en la que he caminado por una ya casi perdida senda, invadida por multitud de hierbajos y piedras, he llegado a un sendero. Es por él por donde suele caminar la gente de fuera que hasta esa zona va a pasar el día. Tras cruzarme con una señora de unos 45 o 50 años, con la que muy amablemente me he saludado, he divisado a 80 o 100 metros a un grupo de jóvenes. Ya más cerca, he constatado que la edad media de los casi 20 que iban debía estar en torno a los 16 o 18 años y que no tenían pinta de ser de un grupo senderista, tampoco de un club, ni nada parecido. Por su forma de vestir, parecían compañeros de clase que se han ido a pasar el día al campo. Apiñados en grupos de 3 o 4 jóvenes cada uno, al cruzarme con ellos, ni uso solo se ha dignado a levantar la mirada del suelo ni a cruzar saludo alguno conmigo… y eso que yo he mirado a todos y les he saludado adecuadamente. Mosqueado por si yo debía ser un bicho raro, pasados unos metros me he parado, he vuelto la vista atrás y he confirmado que le han dispensado igual trato a otro señor que iba a unos 50 metros por detrás de mí.
¿Hago un ejercicio de empatía? Pobrecillos, de más tienen los pobres. Son los jóvenes que fueron víctimas de la pandemia, que luego vieron cómo la Filomena los confinaba nuevamente en casa, que más tarde sufrieron con el dolor que provocó el volcán de La Palma, que para más inri están padeciendo las consecuencias de la guerra de Rusia y Ucrania, que ven cómo Gaza e Israel...!
¿Sin filtros? ¡Menudos maleducados y mochuelos! Ah, y ¡qué alegría saber que los jóvenes de los que me rodeo habitualmente nada tienen que ver con estos cebollos! Sin duda, a los padres de estos se les olvidó, durante su educación, enseñarles buenos modales.