Me desato del verso en la tercera entrega de este serial, el de alcalde y vicealcalde, que empezó en matrimonio de segunda oportunidad y huele a despecho, con amago de cuernos que de serlos se atisbarían desde el Arco del Bezudo al orientar la mirada hacia los arcos del Ayuntamiento, donde hay dos escaños que empiezan a oler a leña de otro hogar. En apariencia. Hay más cuernos en un 'buenas noches' que en un calentón de cuarto de baño de discoteca, y de lo segundo ha habido varios, escarceos traducidos en apoyo a mociones del otro, respondidos con ojos que no ven. Para que no sienta el corazón, ya saben. Son ya cinco años de colchón taciturno que usar por turnos, de mojarse las ganas en el café y de magdalenas del sexo convexo, o eso al menos dice una de las partes. Al final del cuento, que está por escribir, no le caben los grises. O cruz de navajas o comer perdices.
Es difícil saber cuándo una relación empieza a deteriorarse pero es fácil reconocer que empieza a hacerlo, detectar la infección e intuir la gangrena. Que en el fondo los matrimonios se contraen, como las enfermedades. Curioso. A no ser. A no ser que. A no ser que se trate de una llamada de atención, un desaire, un simular la ofensa para dejar a un alcalde ahogándose entre fotos y cuadernos, entre cosas y recuerdos. ¿Quién es capaz de adivinar si ha zarpado el amor de una mariposa traicionera de labios compartidos, o si será capaz de dejar al otro preguntándose 'por qué, por qué', abandonado por el fútbol?
Cuando una llama de amor se apaga y se reduce a dos ascuas que algún día ardieron juntas cuesta echar la vista atrás, la de cuando eran puro fuego. Ya cenizas, es más fácil hacer balance y retrospectiva. Y si el dejador se arrepiente, encumbrará al dejado, con el sabroso premio de poder decir que es el dueño de la razón. Si lo que hoy quema termina por sólo humear, habrá que mirar el álbum de fotos de lo que pudo ser y ya no será. Aquella primera cita en el Ayuntamiento, aquel viaje a Orocovis para traer a ToroVerde, las clases de japonés para hablar con Sumitomo, soñar el corte de cinta de un hospital nuevo... Entre estrofa y estrofa, moraleja. Cuántas legislaturas hemos llorado por sufrir las lágrimas de los que mandan justificando su ineficacia por la premisa de no tener los colores políticos alineados en las cuatro administraciones que nos gobiernan...
Mención aparte para el tercero en discordia, al que nadie le ha preguntado si sus ojos golosos lo son por un desliz caprichoso inasumible o por un amor verdadero, aunque tiene más cara de lo primero. Es impensable que quien hace oposición en la ciudad desde un escaño del Congreso de los Diputados tenga ganas y equipo para gobernar un territorio en el que no tendrá a ninguna institución más a favor. Y en junio, ya veremos, si hay ruptura o bodas de oro. Si se quieren, si se odian, Isirío y Daridoro.