¿Recuerdan aquella película titulada El Curioso Caso de Benjamín Button? En la cinta firmada por David Fincher en 2008 se contaba la historia de Benjamín que nacía con 80 años e iba rejuveneciendo a medida que pasaba el tiempo. Pues algo así podríamos contar de la Catedral conquense. Digo esto a colación del oportuno Día de la Catedral que se celebra el penúltimo sábado de octubre desde hace once años y que, por consiguiente, coincide con este próximo fin de semana. Desde su consagración, hace casi 830 años, la Catedral ha sido referente y baluarte de la vida religiosa, social y cultural de la ciudad. Ha acompañado a la capital conquense cuando era una pujante ciudad castellana o languidecía por aquello de las decisiones mal adoptadas. Ha marcado el paso del tiempo con sus celebraciones y, seguramente, con el sonido de su campanario que sigue mudo desde aquella infausta mañana de 1902. Muchos de nosotros recordamos las visitas a la Catedral de nuestra juventud, encontrando un templo frío, sucio, con una parca información sobre los tesoros que guarda en su interior y, sobre todo, transmitiendo una sensación de abandono importante, quizá por la falta de recursos económicos o por razones que el común de los visitantes no podíamos llegar a entender.
Sea como sea, la realidad es que la situación actual del templo catedralicio conquense dista mucho de aquella que conocimos no hace tanto tiempo. La labor callada y constante, que personalizo en Miguel Ángel Albares como director del Templo, está haciendo que la Catedral siga siendo parte esencial de la cultura conquense. Es constante, importante e innumerable la actividad que se ofrece a visitantes foráneos y lugareños con una asistencia más que notable en todos y cada uno de los programas ofertados. No es de extrañar encontrar una fila enorme de interesados en el concierto programado en (o por) la Catedral conquense esperando en la calle hasta que las puertas permitan el protocolario acceso. Se ha abierto al turismo nocturno, permitiendo una mágica experiencia en la que la luz y la Luz son elementos imprescindibles puesto que la Catedral es el Templo católico por excelencia de la ciudad. Es ya un referente mundial en el entorno de la música medieval gracias a los cursos y conciertos que cada verano recuperan los sonidos que pudieron escucharse entre sus paredes en el momento de su construcción. Y ¿qué decir de los órganos? Este es uno de los grandes regalos que nos ofrece la Catedral, generosa como en los últimos ochocientos años con sus vecinos. Disfrutar de un concierto de órgano sentado en la sillería del coro es un placer difícilmente renunciable.
Este próximo sábado se nos propone un nuevo Día de la Catedral en el que disfrutar de la misma a un precio simbólico, amén de poder conocer de primera mano proyectos y procesos de restauración de diversos retablos, actividades infantiles, para concluir la jornada con un concierto de clave y violín. ¿No me digan que no está joven la Catedral?