Durante esta semana, muchos son los puntos de nuestra ciudad que encierran espiritualidad y que viven intensamente la Semana Santa. Uno de los templos más reconocidos y de mayor devoción es la iglesia de El Salvador, edificio iniciado en la Baja Edad Media, momento clave de la reconquista y repoblación de la ciudad, luego modificado como la mayoría en un siglo XVI de reconocido esplendor. En este momento, el agua fue llevada a la ciudad desde el manantial de la Cueva del Fraile, y en la puerta de esta iglesia se colocó una fuente que pudiera abastecer a todo este barrio de la ciudad.
A lo largo del siglo XVI se hicieron diversas obras en la fábrica gótica, siendo las más importantes las que se llevaron a cabo, en los últimos años, en la capilla mayor y en la sacristía, en las cuales trabajaron activamente los maestros de cantería Pedro de la Vaca, Pedro de la Viña, Martín de Mendizábal 'el Viejo' y Toribio de la Haza. Hay que destacar la labor del maestro de cantería Diego Gil, el cual cubrió la iglesia con una nueva armadura de madera, así como la sacristía y dos capillas.
Pero no es mi pretensión hablar de su origen y estructura arquitectónica, sino de la simbología semanasantera que este edificio representa para la ciudad. Varias son las hermandades que allí tienen su sede, o que por lo menos, tienen su paso. Su torre neogótica de principios del XX, ahora en proceso de restauración, es testigo, año tras año, de la salida y entrada de las imágenes que bien se guardan en su interior. Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador tiene allí su sede. En una capilla de magnífica hechura, con cúpula y pechinas pintadas por la mano del artista Víctor de la Vega, guarda esta bellísima imagen de Marco Pérez.
San Juan Evangelista, 'el guapo', el señor de la palma; San Juan Bautista, con todo ese torso marcado atléticamente con una anatomía perfecta; la Soledad de San Agustín, Virgen que encierra todo el misticismo más solemne, al lado de la belleza y solemnidad; como la Verónica o el Resucitado y María Santísima del Amparo; El yacente en ese Santo Sepulcro, donde el Cabildo de Caballeros, la Venerable Hermandad de la Cruz Desnuda de Jerusalen y la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y la Cruz, custodian. Sin duda, la iglesia de El Salvador de Cuenca es, para todos los conquenses, un punto clave de inflexión espiritual, en ese barrio donde también los hermanos Valdés nacieron, donde el Hospital de la Esperanza tuvo su definición y donde tantas vicisitudes allí se han vivido.