Miguel Romero

Miguel Romero


Los Ojos de la Mora

04/09/2024

Sin duda, la curiosidad siempre despierta en los sentidos una emoción. Ahora bien, puede ser positiva o negativa y siempre está vinculada al impulso de conocer o averiguar cosas novedosas y resolver interrogantes. Cuando el grupo de turistas visita la ciudad y recorre la Ronda del Júcar o, desde algún mirador observa esos dos ojos que en un espectro rocoso nos mira desde la ladera del cerro de la Magdalena, la sorpresa siempre le incita a la pregunta: ¿qué es aquello?, ¿son dos ojos?

La respuesta del guía siempre es la misma: ¡Son los Ojos de la Mora! Y el curioso se queda contento, sin llegar a más. Y así es. Ha parecido saciar su curiosidad al aplicar siempre lo que en tantos y tantos lugares se dice: Aquel hueco es la Cueva de la Mora; o aquí estuvo la mora encantada; o es la torre de los moros; o se llama la Fuente de la Mora…, y así sucede habitualmente.

Siempre que exista una respuesta humana natural puede darse un estado emocional temporal o configurarse en un rasgo de personalidad, pero lo cierto es que el interrogador se queda como satisfecho, a pesar de no darle la solución total.

Pues bien amigos, esos Ojos de la Mora que adornan el paisaje roquero de nuestra Hoz, no es más que un graffiti –tal vez, uno de los muy pocos acertados y bien realizados– que pusieron en valor un par de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de nuestra Universidad –no hace mucho–, pero que ha ayudado a potenciar la curiosidad, divulgar la historia desconocida y generar esa emoción que tan necesaria es para disfrutar de una excursión, de un viaje o de un tiempo de ocio y entretenimiento.

Y ante este tipo de hechos circunstanciales no queda más que discutir entre los entendidos, si verdaderamente merece la pena o pueda ser más un ridículo emblema de una historia sin sentido. En la vida, la libertad permite a cada cual discernir, evaluar, afrontar o criticar, eso sí, lo último vale cuando se hace con positividad –y eso cada vez más, escasea–. Decía nuestro amigo Freud que «la curiosidad funge como un impulso para el desarrollo del pensamiento y nos lleva a ampliar la experiencia», pues ahí queda.