El verano está llegando a su fin, un periodo que muchos imaginamos muy activo: piscina, playa, bici, leer, fiestas del pueblo, rutas… Pero, ¿cuántas de estas actividades has hecho? Y el uso del móvil, ¿ha aumentado? ¿Y en tus hijos? El verano ofrece a los niños mucho tiempo libre, y con frecuencia, gran parte de éste lo pasan frente a las pantallas. Pero, ¿qué tipo de influencia estamos ejerciendo como padres? ¿Somos un buen ejemplo o caemos en lo que criticamos?
Si bien las pantallas pueden ser una herramienta educativa y de entretenimiento, y en muchos casos brindan a los padres un 'respiro' necesario, su uso continuado puede tener efectos negativos. La ciencia nos advierte que el uso excesivo de dispositivos electrónicos incrementa la liberación de dopamina en el cerebro, una 'dopamina barata' que puede llevar a los niños a buscar constantemente esos «cinco minutitos más». Este tipo de gratificación instantánea puede dificultar su capacidad para desarrollar la paciencia y el autocontrol.
Un aspecto fundamental que a menudo se pasa por alto es la influencia que los padres tienen sobre la conducta de sus hijos en relación con las pantallas. Los niños aprenden observando y modelando el comportamiento de mamá y papá. Si nos ven constantemente pegados al móvil, es probable que adopten el mismo hábito. De hecho, estudios demuestran que los hábitos digitales de los padres son un predictor significativo de cómo sus hijos manejarán la tecnología.
Para fomentar un uso saludable de las pantallas, primero debemos examinar y ajustar nuestros propios hábitos. Establecer límites claros de horarios, como evitar el uso del móvil durante las comidas o antes de dormir es un buen comienzo. Es importante ofrecer alternativas atractivas, como juegos de mesa, paseos al aire libre, deportes o lectura.
La clave no es prohibir, sino educar y guiar con el ejemplo. Tal vez la solución no sea quitarles las pantallas a los niños, sino a los padres. Piénsalo, mírate y reflexiona.