Del 18 al 21 pasado se ha celebrado las fiestas patronales del Cristo del Amparo en el barrio de Tiradores Bajos. Es un rincón conquense muy singular, con mucha historia y recuerdos, entrañables, curiosos y llenos de sentimiento. Entre sus calles empinadas, llenas de recovecos y renovadas fachadas, sus gentes se atavían con las mejores ropas para asistir a sus actos litúrgicos, protocolarios y festivos.
Hemos hablado y mucho, del siglo XVI en Cuenca, como ese momento de eclosión arquitectónica con la elevación de conventos, tanto de frailes como de monjas, y el hecho de que la ciudad experimentara también un ascenso demográfico, gracias a la industria textil que la lana ofrecía. Artesanos con sus gremios y sobre todo, comerciantes llegados de lejos, ampliaron la movilidad de transeúntes llegados de otros lugares que buscaban en la ciudad, lugar de acopio y residencia.
Muchas familias de origen humilde fueron asentándose en estos barrios extramuros y las laderas del monte de la ermita del Socorro fue ocupándose de pequeñas casas y corralones para sus animales. Era necesario, por tanto, elevar una parroquia que acogiera a estos vecinos y surgió el hospital para necesitados a cargo del cabildo de Santa Catalina del Monte Sinaí.
Estos días se ha celebrado su festividad y sigue siendo un reencuentro de antiguos vecinos, algunos hijos aquí nacidos que ahora viven en otros barrios, recordados alumnos que asistían al Centro de Personas Adultas y que durante años fueron adquiriendo sus conocimientos en esforzado aprendizaje, y otros admiradores de este señero barrio de Cuenca, de origen humilde pero de gentes generosas y abiertas en bonhomía y convivencia.
La verbena, en el paseo del Huécar, se estira desde la Puerta de Valencia, donde las monjitas concepcionistas cantan hasta el Teatro Auditorio, edificado donde antaño estuviera el Molino de San Martín y el antiguo Coso del Huécar. Un peregrinar de amigos disfruta de esas guirnaldas y banderines que cuelgan bajo la iglesia del Cristo y refrescan su garganta entre el bar de Toni –siempre amable y dicharachero- el Bicio, lugar de animada tertulia cuando la juventud arrincona sus deseo de humedecer la seca garganta o casi a tiro de piedra, Darling, Tata o el Palacio,
Un barrio de Tiradores Bajos que de tan singular, es bello, acogedor e histórico.