Leo Cortijo

Leo Cortijo


Por qué será que no me sorprende

24/02/2025

Por qué será que no me sorprende. El sábado, de madrugada, pasadas las cinco y media de la mañana, un coche se estrelló contra un árbol ubicado en una rotonda en la avenida del Mediterráneo, cerca del centro comercial El Mirador. A la llegada de la Policía Local al lugar de los hechos, allí solo quedaba el coche. No había nadie en el interior. Él o los ocupantes habían huido. En su embestida se llevó por delante una de las señales de tráfico. Por qué será que no me sorprende... Basta con circular tranquilamente en la ciudad por ciertas zonas para comprobar cómo algunas señales, bordillos o vallas, por ejemplo, están 'reventadas' por las malas prácticas al volante de algunos descerebrados. Los servicios municipales andan continuamente subsanando los desperfectos que esas conducciones temerarias generan. Unos desperfectos, por cierto, que pagamos religiosamente entre todos.

Sobre todo por la noche, aunque incluso a veces a plena luz del día, elementos de este tipo utilizan el trazado urbano de la ciudad para saciar sus deseos frustrados de corredor de rallys o de Fórmula 1. Vivo en la avenida Ángeles Gasset, y las rotondas de esta zona, sin ir más lejos, son una pista de derrapaje. Parece un circuito. Muy a menudo –pero mucho– suele escucharse el 'chillido' de los neumáticos, que sobresalta en el silencio de la noche. Otro ejemplo era –ya en pretérito, afortunadamente– la calle Hermanos Becerril, donde alguna nueva rotonda ha frenado las carreras –es literal–, que estos Fittipaldis libraban entre ellos. Dos coches, dos conductores, dos volantes, ocho ruedas y media neurona... Por qué será que no me sorprende.

Como sociedad, tenemos un problema en este sentido. Y no es pequeño. Las actuaciones de estos individuos pueden tener consecuencias extremadamente graves para todos. Deberían ser conscientes de que en un segundo te cambia la vida. El otro día fue un árbol en una rotonda, pero mañana puede ser un niño en un paso de cebra. Ellos se acordarán toda su vida de ese momento, especialmente cuando, entre barrotes de hierro, tengan que penar por un homicidio imprudente. La familia también maldecirá ese preciso instante hasta la eternidad, porque un malnacido le robó lo que más quería. Si tú eres uno de los primeros y una alineación de planetas te ha llevado a leer este artículo, por favor, piénsatelo dos veces antes de hundir tu pie en el pedal o derrapar en esa rotonda. Puedes matar a alguien y tú puedes morir en vida. Estás a tiempo.