Ocho de cada diez empresas de las que día a día se 'buscan las habichuelas' en territorio conquense pertenecen bien al sector Servicios –la amplía mayoría, seis de esas ocho–, o bien al sector agrario. La construcción supera levemente el diez por ciento, mientras que la industria ni siquiera llega, por poco, a ese porcentaje. Con esta radiografía del tejido productivo de la provincia podemos hacernos una idea muy clara de nuestra idiosincrasia en lo que a la producción de riqueza y empleo se refiere. Así ha sido durante décadas y eso precisamente nos ha hecho ver que, de esa forma, crecer resulta muy complejo. En esa particular 'tarta', ocho de las diez porciones tienen el mismo sabor, que es un buen chocolate, que nos sabe a gloria y que nos ha dado de comer durante mucho tiempo. Cierto. Pero también es limitante porque en la mesa se pueden sentar las personas que se pueden sentar –y no caben más– y porque de todo se cansa uno, aunque sea de comer el mismo buen chocolate. Y es que de la tarta que nos comemos solo hay una porción de nata y otra de crema.
Todas las administraciones, que además se tiñen del mismo color en Cuenca como caso paradigmático tras los vaivenes políticos, tienen entre ceja y ceja que la proporción de las porciones no sea tan desequilibrada. Están empeñados en que los trozos de la riquísima nata aumenten, para alegría de un territorio y una sociedad que sueña con multiplicar sus oportunidades y, de esa manera, poner freno a una tendencia de despoblación que viene de mucho tiempo atrás. En ello están y por eso Junta y Diputación ya trabajan, mano a mano, en un Plan de Industrialización que pretende generar cuatro millones de metros cuadrados de suelo para atraer empresas. El futuro Parque Científico y Tecnológico o la llegada de Sumitomo son dos buenos acicates en la capital, por no hablar de ToroVerde. Pero la cosa no queda ahí. El vicepresidente Martínez Guijarro, el William Wallace de los intereses conquenses más allá de nuestras fronteras, ha comentado que en el horizonte hay varias compañías interesadas en Cuenca como destino. Ha llegado a decir –nota al margen– que no perdamos de vista el sector de la Inteligencia Artificial. No da puntada sin hilo.
El objetivo está claro: Cuenca tiene que industrializarse. Esa guerra se librará en mil batallas, pero para eso el William Wallace conquense cuenta con un ejercito entregado. Solo por ese camino se liberará al pueblo de la 'ocupación' que pretende la tarta de chocolate.