Leo Cortijo

Leo Cortijo


Encefalograma plano e impulsos nazarenos

15/01/2024

Hoy cruzamos el ecuador del primer mes del año (¿ya?). Aún podemos seguir diciendo eso de que ¡hasta San Antón Pascuas son! –algo muy propio de estas tierras, por cierto– y ya tenemos en el horizonte, con cartel y todo, el primer gran evento semanasantero del año. Eso de que en esta ciudad vivimos nuestra Pasión nazarena los 365 días al año no es una frase hecha. Aquí sentimos la Semana Santa aún con el dulce recuerdo de los polvorones todavía en el paladar. La hermandad del Prendimiento se ha cruzado a pitón contrario y ha planteado para el 10 de febrero un espectacular concierto a cargo de la insigne banda de Las Cigarreras. Un recital en forma de certamen nacional en el que hasta 35 compositores han enviado marchas para ser seleccionadas y optar al gran premio. Todo un deleite para los sentidos que promete ser el descorche perfecto para esa etapa cuaresmal en la que Cuenca se viste de nazareno y oro, la vida ya se ve a través del capuz y el olor a cera empieza a impregnarlo todo. Qué ganas de que llegue y, de paso, encarar la recta final del invierno de la mejor forma posible.

Porque sí, lo que resta de enero y todo febrero es una de las épocas más mohínas del año. A algunos –a muchos– estos dos meses se nos hacen cuesta arriba, y no me refiero únicamente a lo numérico, aunque es para echarle de comer aparte. Después del trasiego de las navidades, ese vertiginoso ritmo que inunda la ciudad y que se traduce en más visitantes y mayor actividad, para en buena medida. Dejamos de ir a 180 kilómetros por hora en la autovía para pasar a 70 en una nacional. Cuenca entra en una especie de letargo del que no se sacude todo el peso hasta, precisamente, la irrupción de la Cuaresma que es el aperitivo de la Semana de Pasión.

El encefalograma de esta ciudad deja de ser plano cuando entra en contacto con los impulsos nazarenos. Es nuestra naturaleza, nuestro sino y nuestro destino. Convendría que hasta entonces nos mentalicemos de ello. Y convendría, también, que supiéramos sobrellevar estas semanas de impasse entre Navidad y Semana Santa, nuestro particular peregrinaje en el desierto. Una ciudad que vive y depende del turismo –a la espera de la ansiada industria–, no puede permitirse el lujo de hibernar entre el 7 de enero y el Viernes de Dolores. Es mucho tiempo como para estar viéndolas venir... A quien corresponda, se debe actuar. Mientras tanto, quedémonos con que el Judas sacará a la ciudad de este letargo, al menos durante un día, con un concierto de talla nacional.