Café con dos amigos en una céntrica y, por cierto, muy nazarena cafetería de la ciudad. Mientras montan una exposición pictórica con motivos semanasanteros, surge una conversación. Ellos no son cofrades ni sienten una especial pasión por nuestra Semana Santa, pero la respetan, entienden nuestro sentimiento y valoran las repercusiones que tiene lo que los conquenses celebramos entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. Sobre todo, desde dos prismas: el social, por cómo esta celebración está tan intrínsecamente ligada al leitmotiv de la sociedad conquense; y el económico, por la incidencia que ésta tiene como motor generador de actividad y de riqueza. Esa base la tienen meridianamente clara. Son de aquellos que dicen que «ojalá Cuenca tuviera tres o cuatro semanas santas a lo largo del año porque nos iría mucho mejor». Esto, insisto, siendo algo que pasa de puntillas por su vida.
Ahora bien, la conversación entró en un nuevo estadio cuando ambos, en un momento determinado, establecieron una analogía entre esa pasión –muchas veces desmedida, cierto– de los conquenses por su Semana Santa, y ese sempiterno 'ea' que nos ha llevado a adoptar una posición meramente contemplativa y hierática ante los problemas y los desafíos que hemos tenido como ciudad y sociedad, y que por esa razón –y la frase es literal– «estamos donde estamos».
Repliqué. Evidentemente. Les hice ver que no entendía esa relación, por más vueltas que le daba, y más cuando uno de ellos achacó a la Semana Santa la desindustrialización que ha padecido Cuenca durante las últimas décadas. Tal cual. Vamos, que la falta de industria en Cuenca es porque esos 40.000 nazarenos y 34 hermandades están inmersos en lo que tienen que estar, se ve, y no en atraer empresas. Y porque además esto nos ocupa –dicen– durante todo el año con infinidad de actividades. En eso tienen razón [risas]. Les contesté que, claro, pensándolo bien, en Valencia hay tanta industria y es un motor a nivel nacional porque allí sus Fallas no están tan imbuidas en la sociedad ni apenas se celebran ni vertebran la idiosincrasia de esa tierra. Vamos, y del mismo 'palo' incluso: Sevilla o Málaga son ciudades muy desarrolladas porque allí la Semana Santa, pues eso, que ni chicha ni limoná. El 'ea' existe y nos ha castigado. Soy el primero que lo detecta, me asquea y lo combato. Ahora bien, que sea por ser semanasanteros... ¿Tú qué piensas?