Hoy deseo aprovechar estas líneas para dos cuestiones. Quiero pedir, en primer lugar, que a quien las lea realice un ejercicio sociométrico la próxima vez que vaya al cine, a un concierto o al teatro. Consiste en contar cuántos seres –¿¡humanos!?– sentados en sus butacas, en un momento u otro de la sesión, una vez que se han apagado las luces siguen con el móvil iluminado, lo encienden durante el evento que les congrega o incluso contestan llamadas y mensajes como si la vida les fuese en ello.
Pero tras ese estudio en cuestión viene el segundo asunto que quiero plantear. Ahora lo que pido es un favor. Una vez identificados los sujetos que por méritos propios se hayan autoseñalado, diríjanse a ellos y díganles, a cada uno de los ilustrados y de mi parte, que quien actúa como él lo ha hecho en un patio de butacas a mi juicio –sí, al mío– acredita falta de respeto, imbecilidad manifiesta, analfabetismo garrafal, chulería desnortada… o quizá un poco de todo ello. Sí, no se corten, díganles que lo digo yo, no ustedes. ¡Por favor! Descarguen en mí directamente cualquier responsabilidad que consideren que puede derivar en ustedes. Miren, estoy harto, pero muy harto, de ese cada vez mayor número de majaderos que boicotea permanentemente actos donde debería reinar la paz y el amor que especialmente genera la cultura. Y encima con actitudes propias de mentecatos que permanentemente –¡hacerlo una vez ya es demasiado, que conste!– consultan, encienden, miran, les suena… y mil modalidades más, el móvil molestando a los demás. Pero ¿qué hay que hacer para que estos necios se queden en su casa, no salgan, y que si quieren distraerse con algo se pongan a ver la Teletienda? ¡Asco de estúpidos!
Para su tranquilidad, no obstante, y por si no consideran oportuno trasladarles mi mensaje, les sugiero un reto. Espérenlos al salir, mírenlos a la geta y comprueben la vigencia, hoy en día de manera especial, de ese viejo refrán que dice que la cara es el espejo del alma. ¿A ver si en alguno de los autoinculpados descubren una cara de avispado, respetuoso, iluminado, recatado…? Y, claro, no se les olvide contármelo, pero no por WhatsApp y menos desde el escenario del crimen. ¡A ver si va a ser peor el remedio que la enfermedad!