El comienzo de las actividades lectivas, que no del curso escolar –éste comenzó el pasado día 2–, nos permite desempolvar un montón de frases manidas, casi sin sentido, guardadas durante el tiempo que tarda en llegar el ansiado septiembre. Las más repetidas son aquellas que pretenden ensalzar las bondades de la rutina. «Tenía ganas de coger la rutina, ¡qué bien!» u «otra vez a la rutina...» son algunas de las frases que se transmiten de boca a oído con toda rapidez. Sin embargo, dice Elsa Punset que «la rutina hace que la vida sea igual, el cambio está en nosotros mismos, está en nuestras manos cambiar el continuo día a día».
Buscando cambiar ese continuo día a día, casi 32.000 de nuestros vecinos se han incorporado a sus puestos escolares. Los hay que han llevado hasta sus colegios la cara de los que, matriculados en el último curso, están casi de vuelta de todo... a pesar de sus once años. Otros, con la mirada del que está asustado por todo, se aferraban a las manos maternales intentando retrasar el momento en que cruzan el umbral escolar para pasar de Infantil a Primaria. Créanme si les digo que a los cinco añitos es todo un paso. Sea de la manera que sea, la realidad es que las carreras y las risas cambian de lugar pasando del parque al patio escolar en el que pasarán los próximos diez meses prácticamente. Ojalá los buenos propósitos que todos enarbolan estos días se alcancen por los alumnos de nuestra provincia. Siempre he pensado que la educación debería estar al margen de los vaivenes políticos manteniéndose inalterable con las modificaciones producidas por la adecuación al paso del tiempo, no por el paso de los responsables. De esta manera se simplificaría muchísimo la labor de los alumnos y de los docentes, grandes olvidados en esta vuelta al cole si no es para significar esa especie de vendetta por la conclusión de unas vacaciones más que merecidas.
Radio, prensa y televisión nos abruman estos días con datos, novedades, proyectos... transmitiendo que la escuela está viva, siempre viva. Sin embargo, en una sociedad tan castigada por lo inmediato, pasada esta semana dejará de tener repercusión hasta que haya que valorar cómo ha pasado el curso. Diremos entonces aquello de que bien está lo que bien acaba y habremos obviado las diferentes realidades que conforman el año escolar. Habremos pasado de puntillas por la difícil relación padres-profesores, la indisciplina en las aulas, la merma constante de la autoridad docente, base fundamental del acto educativo y ante la que la administración suele mirar hacia poniente. Se idearán programas diversos y no todos serán tan interesantes como los Coles Mateos que pone en marcha nuestro Consistorio este año. Pretende acercar al alumnado a nuestra historia, a nuestras costumbres, a nuestra forma de celebrar lo mismo durante los últimos cientos de años, peleando contra las unidades didácticas en las que sumergimos a los niños en realidades más propias de otras latitudes. Y eso, querido lector, está muy bien.