Casualidad o no, tuvo un punto sarcástico. No me lo podrán negar. El mismo día en el que se celebraba la Libertad de Prensa, las redes sociales y esos pseudo medios de comunicación digitales que han emergido como las setas venenosas tras las lluvias en la jungla inhóspita de internet, aprovecharon un triste suceso en Cuenca para hacer de las suyas. El viernes desayunamos con una noticia que conmocionó a todos los conquenses, el ataque incendiario al convento de las Concepcionistas. Por la dimensión de los hechos, esto mereció la atención de los medios nacionales, con lo que la repercusión del mismo trascendió todas las fronteras. Físicas y digitales... Fronteras y, también, líneas rojas. Eso que el presidente –retiro espiritual mediante– denominó fango mediático tardó un suspiro en aprovechar la ocasión para encender el ventilador y colocar su pestilente basura delante de él para un mayor esparcimiento.
De esa forma, en esos canales de comunicación, sin ningún tipo de criterio periodístico y saltándose todos los códigos deontológicos y el buen hacer de nuestra profesión, publicaron que el ataque había sido obra de un africano. Su principal objetivo era alentar el racismo y el rechazo a los inmigrantes. La realidad no podía estar más alejada de ese asqueroso y pestilente postulado xenófobo. El causante del incendio, de sobra conocido por los conquenses y por la Policía, por cierto, es tan español como tú y yo, querido lector.
Tenemos un problema, y no es pequeño. Internet y las redes sociales han degenerado en la perversión más absoluta de una herramienta que, malintencionada, puede ser de destrucción masiva. Si la prensa no encabeza la lucha contra la polarización y la desinformación se facilitará la manipulación de la ciudadanía. Una ciudadanía que, eso sí, tiene que saber elegir, discriminar e interiorizar que no todo lo que llega a su WhatsApp o lee en Facebook es verdad. Si no hacemos de muro de contención, los bulos y las mentiras crecerán sin freno. Somos nosotros, los periodistas, desde los medios de comunicación, los que tenemos que sostener los principios del buen periodismo basados en la búsqueda de la verdad, el contraste de las informaciones, la verificación de las fuentes, la contextualización de la información y el respeto de los derechos de los ciudadanos. Vivimos tiempos difíciles y en esa oscuridad debemos buscar la luz como única salida posible. Solo la verdad nos hará auténticamente libres.