¿Conocen a Barney Stinson? Si la respuesta es afirmativa sabrán que es uno de los personajes de la serie Como conocí a vuestra madre. Les recomiendo que la vean, por supuesto. El bueno de Barney es un soltero empedernido que llena su vida con los excesos propios de una soltería militante y de una egolatría de carácter épico.
Durante toda la serie comparte con el espectador una serie de frases que engloban la forma de pensar del personaje que levanta pasiones (a favor y en contra) durante todas las temporadas. En uno de los episodios, reunido con su grupo de amigos, dice que cualquier cosa que hagas en esta vida no es legendaria a menos que tus amigos estén allí para verlo. Coetánea la serie con el lanzamiento de Instagram (sin saber el camino que esta red social iba a tomar), parece que aquella vaticinaba la evolución de nuestra sociedad hacia unos parámetros basados, fundamentalmente, en lo que denominamos 'postureo'. De esta realidad podemos deducir que nos hemos apropiado del dicho aquel que de aquello que no se habla, no existe.
Digo esto porque, leyendo nuestra edición del pasado martes, me topé con un magnífico artículo de nuestro compañero Miguel Ángel Ramón en el que presenta, de una manera detallada y exhaustiva, todas estas grandes obras que se están desarrollando ya o están aún en una fase embrionaria. Estas fueron las que me llamaron más la atención. De hecho, si la memoria no me falla, suman 24, de los 32 proyectos, los que aún están en tramitación o en una fase todavía inicial, tanto que algunos de ellos no tienen ni proyecto redactado.
Pongo mi atención especialmente en todo lo que afecta a la zona centro de la ciudad y he aquí que encuentro que en este limbo administrativo aún se encuentra la rehabilitación del Parque de San Julián, la calle Carretería y el edificio del Mercado. Si a estos tres proyectos, por una razón de proximidad, sumamos la glorieta de El Sargal o el muro de Ramiro de Maeztu, nos encontramos con una parte de la ciudad que sigue degradándose a marchas forzadas mientras que los ciudadanos seguimos asumiendo como normal una situación que convierte el centro conquense en un recuerdo del este europeo previo a la caída del muro, hace ya más de treinta años.
En estos casos solemos culpar a la administración, a la burocracia, al elefantiásico aparato administrativo como si éste hubiese sido impuesto por un ser extraciudadano que decide cuál es el proceso olvidando que somos nosotros mismos quienes lo hemos creado. Debería afrontarse una reforma que nos llevara a una administración más ágil, eficaz y eficiente. No en vano, los que sufrimos las consecuencias de la lentitud administrativa somos los mismos que exigimos que las obras comiencen y concluyan lo antes posible, entendiendo que actualmente el proceso entre que se decide acometer una obra y se termina la misma es demasiado largo. ¿Se imaginan que las obras durasen lo justo? Eso sí que sería para contarlo, sería legendario.